Al pensar en humanidad nuestra mente evoca personas generosas, optimistas, humildes y transparentes. No obstante, también están presentes rasgos de carácter más negativo, como puede ser el individualismo. Precisamente por ello, desde las marcas tenemos que generar más valor y mejorar la vida de las personas a la vez que promovemos un presente y futuro más justos y sostenibles.
Los valores son lo que nos animan a romper con el individualismo y recuperar la sociabilidad, cierto sentimiento de pertenencia al grupo.
Cada vez más, esos valores se asocian también a las marcas. Cada vez somos más creyentes de las marcas. Cada marca tiene que trabajar sus valores, no todos los valores valen para todo. Cada marca tiene que encontrar sus 4 valores (máximo 5).
La diferencia de las marcas está en los valores. ¡Hay que mojarse!
Los valores de marca son esenciales en la construcción de la marca, nos marcarán la personalidad de la marca. Ya que la personalidad trata de humanizar la marca, dándole una serie de características que las hagan más cercanas y con un significado emocional buscando conexiones con el consumidor.
En muchos casos vemos cómo la personalidad de marca se asemeja a la personalidad del consumidor. Si cerramos los ojos seguramente podremos imaginar qué tipo de personas estarían interesadas en comprar la sidra de Euskal Sagardoa, en matricularse en un euskaltegi de Bilbo o realizar un tratamiento corporal en los centros Zugan.
Las marcas capaces de crear una personalidad bien definida, distinta y acorde con sus valores son aquellas con las que establecemos una relación. A día de hoy, las marcas son capaces de ponerse del lado de las causas que les preocupa a las personas, y de usar un tono de voz adecuado.
Lo importante es ser coherente con la propia identidad. La coherencia aporta credibilidad, y, de la credibilidad nace el afecto.