Hace años, el juego de la publicidad consistía en publicitar una marca, hasta que conseguía el nombre suficiente como para vender mucho, para poder publicitarse aún más. Este círculo vicioso acabó cuando nos vimos bombardeados por la publicidad. La saturación hizo que sólo los anuncios más originales, creativos, y en resumen, especiales, tuviesen verdadero éxito.
Por lo tanto, hubo un cambio considerable en las reglas del juego, y con el tiempo ha ido a más, ya que cada vez la saturación publicitaria es mayor.
Enciende la TV y comprobará que ningún anuncio es puramente racional. Todos unen su producto o servicio a un sentimiento, a unos valores. De esta manera, dependiendo de la cantidad de sentimientos que produzca un anuncio, resultará más o menos memorable. Esta teoría está basada en un principio del neuromarketing, que define a nuestro lado emocional como al que crea recuerdos. Si quieres comprobar esto, párate a pensar en los mejores momentos con tus amigos. Sea alegría, miedo o sorpresa…siempre tendrán emociones de por medio
Puede que cuando hablemos de publicidad emocional te vengan a la cabeza los anuncios de Navidad, pero no tienen por qué ser todos los anuncios de ese estilo. Cuando un anuncio rompe con lo que nos esperábamos, llama nuestra atención, y se cuela en nuestros recuerdos. Esa sorpresa, puede provocarnos desde miedo hasta risa, lo que hace de la publicidad algo versátil y creativo.
Cuanto más previsible sea el anuncio, más difícil será que tu público sienta emociones intensas. #MarketingEmocional pic.twitter.com/3wHuGD0qp3
— AZK (@brandingAZK) 17 de octubre de 2017
Con tanta saturación, la publicidad que cumple sus objetivos y además resulta memorable, tiene que ser especial. Esto significa desmarcarse del resto.